domingo, 21 de enero de 2018

Vincent

El fin de semana pasado fui a ver una nueva película al cine titulada Loving Vincent. En ella se explica la vida del pintor holandés Vincent Van Gogh, concretamente su último periodo de vida donde residió en Auvers-Sur-Oise.
Me ha encantado esta película y creo que siempre me encantará. Quizás se convierta en una de mis preferidas. Todas las imágenes son preciosas ya que es animada, hecha a partir de los cuadros de Van Gogh.  A mi al principio esto me desconcertaba ya que no estoy acostumbrada a ver películas pintadas al óleo (sobretodo porque esta es la primera en todo el mundo que se graba así)  y a mano pero después ya me acostumbré y cada vez me gustaba más al ir reconociendo todos los escenarios de sus pinturas. Te da la sensación de que verdaderamente estás viajando dentro de sus obras.
Realmente lo que me cautivó del todo fue la historia de este hombre, una historia muy emotiva. Me entristezco solo pensando en el hecho de que este gran artista murió sin saber que era un genio. Murió sin que realmente nadie lo quisiese y vivió una pobreza no merecida. Gracias a esta película me lleno de sentimientos al pensar en Van Gogh, en pensar en la belleza de sus obras y en su humildad. Gracias a esta película me he interesado en la vida de Vincent, cosa que antes no tenía presente en mente.
Yo soy de encariñarme mucho con personajes de la antigüedad. Aunque nunca los conocí, me hubiera gustado conocerlos y poderlos ayudar en su vida (habrá que esperar a que alguien fabrique una máquina del tiempo). Me pasa con Bécquer, me acaba de pasar con Van Gogh, ambos con historias increíbles. Así que he decidido escribir un pequeño poema sobre la historia de este último (quizás algún que otro día escriba uno sobre Bécquer, me sorprendo de no haberlo hecho aún ya que es el poeta al que más admiro) Aquí lo tenéis:

Pinceladas de luz deseada

Naciste,
y ya te hicieron preguntarte
tu ocupación en el mundo.

Creías que eras de carbón
cuando resplandecías oro.

"No eres útil en la fuerza"
Lo que no sabían
es que luchabas
para serlo por dentro.
~
Un día encontraste tu arma perfecta,
la cargaste de balas de colores,
la utilizaste para calmar tu oscuridad.

Te dirigiste hacia la luz,
esa que chocaba con tu interior negro,
esa que también tu alma buscaba
desesperadamente
entre los restos de sueños e ilusiones

~

Los rayos se retorcían bellamente,
calcabas las estrellas
los girasoles y los almendros se sonrojaban,
habían sido retratado muchas veces
pero no como lo hacías tú.

Coloreabas la vida
con toquecitos de verano.
Tú por dentro estabas congelado.

~
Y mostrabas lo que no había sido nunca mostrado
sobre mares de papel,
gente que nunca había estado
descansando sobre lienzos,
puertas a realidades alegres,
naturaleza,
aún más bella

Pero no.
Ellos nacieron con una venda
atada fuertemente a los ojos,
pensamientos clavados,
ideas inmovibles.

Y él se desvanecía,
él estaba siendo engullido,
por él mismo.
Los cuervos negros
revoloteaban.
Sí, esos mismos que anteriormente
estaban sobre campos de trigo ondulados,
esos le revoloteaban por dentro.
La gente le presentaba su espalda,
él se ahogaba en la miseria

Decidió irse
bien lejos.
Ahí donde las noches eran más estrelladas
y los huertos de olivos más verdes,
ahí donde las terrazas de café estaban siempre abiertas
y los lirios eran más violetas.

Decidió irse
habiendo querido a los zapatos,
a los campesinos,
a las rosas,
a las puestas de sol,
a tantas cosas,
pero sin recibir él a cambio
amor de parte de nadie

Vincent Van Gogh, Jarrón con lirios (1890)
Fotografía tomada en el museo Metropolitan de Nueva York (Agosto de 2016)